3/5/10

Brindis con agua y vino para un Primero de Mayo

Por Matías Rey
Pero del suelo me paro,
porque me prestan las manos,
porque ahora no estoy solo,
porque ahora somos tantos.

Víctor Jara, “El hombre es un creador”

Hace pocas semanas, en nuestro campamento plenario, tuvo lugar una dinámica participativa en la cual cada compañera y compañero de la Juventud Rebelde tuvo que escribir en un pedacito de papel el por qué de su militancia, la razón individual por la cual se brindaba a un proyecto colectivo. El carácter anónimo de las respuestas me privó de saber quién fue el autor o autora de una contestación que me conmovió y me hizo pensar: “Yo milito por los que ya no están”.

Que nadie se asuste con visiones funerarias u oraciones de esas que invocan a fantasmas de ayer para que no veamos los de hoy. Lo que propongo es que le demos vueltas a un tema quizá más prosaico pero no por eso menor: nuestra identidad como militantes populares, inseparable de aquellos que nos precedieron. Idea que podemos (y pienso que debemos) pensar en relación a este Primero de Mayo, y a todos los que vengan. No sólo porque muchos de los que “ya no están” eran laburantes: en las heladas aguas del neoliberalismo no sólo han desaparecido compañeros, sino también experiencias de lucha, culturas obreras, tradiciones combativas,- identidades populares, en una palabra. Y la disputa por recuperar lo mejor de ese acervo para edificar una nueva identidad militante va de la mano de nuestro humilde intento por seguir la pelea de los que “ya no están”. Como decía Walter Benjamin: “Tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza”.

En efecto, y siguiendo a Benjamin, este enemigo no ha cesado de vencer. Nos mató 30.000, eliminó o fracturó o compró a nuestras organizaciones, licuó nuestro sentido de solidaridad y hasta nos quiere adulterar las palabras. Ésas que nos definen y también nos defienden. Así es como muchas veces, con buena leche o de la otra, se llega a hablar del “Día del Trabajo” y del “Día del Trabajador” indistintamente, como si diera lo mismo celebrar una actividad en general que afirmar una pertenencia subalterna.

La desarticulació n de nuestras herramientas gremiales nos llevó a la desocupación, de ésta caímos en la flexibilizació n y hoy chapoteamos en la desmoralizació n. Así es como la palabra “compañero” fue regalada a las liturgias de los burócratas y relegada al ostracismo de la militancia política.

Así es, finalmente, que como izquierda independiente andamos muchas veces “con el arco chico” a la hora de pensar a los trabajadores y trabajadoras como parte mayúscula de nuestra apuesta de liberación. Y no por “posmodernos”, como suele cacarearnos la paleoizquierda. Tampoco por querer diferenciarnos (sanamente) de ella. Probablemente la razón resida, en gran parte, en la propia realidad de la clase trabajadora argentina: quienes vivimos del laburo estamos tercerizados, fragmentados, desorganizados, precarizados, invisibilizados. Guachos de tradiciones, orgullo e identidades que forjaron los que “ya no están”, y que nos corresponderá reconstruir si queremos tomar la advertencia que nos legara uno de ellos: aquel Rodolfo Walsh que nos decía que los que mandan no quieren que tengamos historia, ni doctrina, ni mártires, para que cada lucha deba empezar separada de las otras y perdamos nuestras experiencias colectivas.

“Y sin embargo, se mueve”: los trabajadores y trabajadoras seguimos caminando.

A las puteadas y a las carcajadas, tropezándonos con miedos pero también con esperanzas, vistiendo mameluco o camisa o en harapos, organizándonos en sindicatos o en cooperativas o en reunioncitas clandestinas, peleando contra los patrones o contra los punteros. Seguimos siendo (mal que le pese al buen Dios) los que hicimos y hacemos el mundo. Todos los días un poco.

Y también somos los que deberán dar la pelea por ser quienes mañana hagan un mundo en el que trabajar dignifique.

A nosotros y a los que “ya no están”… todavía.



Matías Rey
Villa Crespo, vísperas del 1º de Mayo de 2010

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