5/6/08

Porque la religión tiene un fundamento porteño

A las calles de Buenos Aires hay que caminarlas; no literal, pero sí metafóricamente. Es una metrópoli. Grande, luminosa y oscura, y llena de gente con caras raras.
Buenos Aires le debe mucho a Boedo.
Ese pequeño gran barrio, harto nombrado en tangos y rockes, esconde la clave para entender la cuestión porteña.
En sus calles, se siente ésta radical diferencia respecto de otras zonas. Todo en él es grande, es distinto, es extraordinario; parte de aquí el cimiento de su trascendentalidad.
En Boedo no choca un auto; chocan 4.
No hay torres, hay casas, el sol atraviesa las terrazas.
Es además un punto estratégico. Desde allí podría planificarse la toma de Casa de Gobierno sin problema alguno, sin distinguir entre Gobierno porteño o Nacional. O por qué no algún Ministerio.
El misterio boedino queda claramente reflejado en las letras de Fabián Casas, libros y publicaciones a consultar.

1 comentario:

Paco dijo...

Boedo tiene olor a cuero y cemento. También tiene gusto a primeras borracheras y primeras buenas ropas para afrontar una adolescencia, en ese aspecto, vacía. Y también tiene el 53 que tarda una bocha.