Una recurrente práctica de la Alquimia fue la Transmutación. Quienes la practicaban buscaban, a través de una combinación de química, filosofía, física, medicina y herbostería lograr la capacidad de transformar el plomo en oro. Se alegrarán quizás los alquimistas del ayer al saber que sus colegas de hoy han logrado aplicar, en compleja potencia, la transmutación. Transformación casi mágica que hoy aparece corporizada "profesionalmente" en la practica de la desinformación de la "prensa independiente". Qué ejemplo más obvio de esto que la construcción del discurso: la transmutación que instantáneamente logran desde cualquier protesta-manifestación hacia el Caos de Tránsito; de ser K, a Anti K; de ser Oficialista, a ser Opositor.
Es que la vertiginosidad con que construyen el discurso estos actores es necesaria para mantenerse en el lugar social que ocupan. Caso contrario caerían en un momento de pura reacción -es decir a la defensiva, solamente reaccionando ante el accionar de otros-, quedando definitivamente desplazados y en desventajada respecto de otros actores políticos.
Parte de esta necesidad de velocidad es lo que se expresa en las formas del discurso que se crean: la simplificación de los fenómenos políticos, una constante de los alquimistas contemporáneos, es quizás el mejor ejemplo de ello. Intentan dar explicaciones basándose en situaciones polares, realizando los intereses del momento, independientemente de lo que en la empiria los hechos sucedan de otra manera.
Una de las formas en que la simplificación aparece, es en las explicaciones de carácter subjetivo sobre los fenómenos sociales. Cuántas veces hemos escuchado a los versados y prestigiosos periodistas decir que el Gobierno se ha "apropiado del 24 de Marzo", o que ha "usado a las Madres y a la lucha por los DDHH". Tal como ahora los escuchamos intentando dividir el rédito político de los Festejos por el Bicentenario.
Todas estas operaciones que no se molestan en ocultar su intencionalidad, se enuncian para desdibujar el verdadero carácter que los fenómenos políticos engloban; para ocultar la relación de fuerzas que detrás de ella subyace y que es la que impone que uno u otro tema esté en la agenda de un gobierno, que una u otra cuestión sea la que se plasma en las políticas públicas.
Estas discursividades de la Política, atomistas y subjetivistas, tuvieron su momento hegemónico: los 90 y el neoliberalismo. Lo Colectivo en este discurso quedó desterrado. La Política pasó a ser el terreno de los Expertos, de los Tecnócratas y Economistas: todas individualidades que, ajenas a la suciedad de la Política, venían a "gestionar-administrar" sin hacer Política. Es el relato edulcorado de que la Política es sin ideología, sin valores y neutral. Cualquier parecido con lo que escuchamos por Capital Federal es total intencionalidad.
Es precisamente la naturaleza colectiva y social de la Política la que se pierde de vista en todas estas operaciones. Es que el riesgo del Sujeto Político es su potencial Colectivo; su principalmente su capacidad creadora y destituyente de los poderes ilegítimos, de los poderes usurpados. Esto es primordialmente lo que tenemos que rescatar si queremos lograr una práctica política emancipatoria, que eche por tierra de una vez por todas los vestigios del neoliberalismo y de sus especialistas.
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